
Cómo se gestó y fracasó la invasión de Bahía de Cochinos en Cuba hace 60 años
José Carlos Cueto |
BBC News Mundo |
Johnny López de la Cruz siente que se asfixia. Encerrado en un camión con más de 100 prisioneros, apenas puede respirar.
Dentro del contenedor los reos se desesperan. Rompen a sudar. Varios se desmayan.
Algunos arrancan las hebillas de su cinturón militar para perforar el techo y que entre un poco de aire. Compran tiempo, pero la mayoría piensa que los fusilarán en cuanto lleguen a La Habana.
El viaje termina siete horas después. Los militares castristas abren las puertas.
Varios cuerpos inertes caen sobre el asfalto. Nueve presos han muerto en el trayecto.
Cuando a Johnny le toca salir, apenas puede saltar.
En "el camión de la muerte" no van los únicos prisioneros. En total, repartidos en varios vehículos, hay alrededor de 1.100 capturados.
Son los sobrevivientes de la Brigada 2506, un ejército de 1.400 jóvenes que horas antes fracasó en su intento de invadir Cuba, aplastados en Playa Girón por las fuerzas de Fidel Castro.

Extenuados, sin munición, y arrinconados contra la playa. Así acabó la Brigada 2506 a poco de 72 horas de desembarcar en la isla.
La mayoría son cubanos exiliados que, tras triunfar la revolución, fueron reclutados y entrenados por la CIA para derrocar al gobierno revolucionario de la isla.
Fidel Castro había llegado al poder dos años antes, al vencer el 1 de enero de 1959 al gobierno golpista de Fulgencio Batista, al que acusaban de autoritario y corrupto.
Pero a pesar del gran apoyo popular, muchos otros cubanos no compartieron las ideas revolucionarias de Castro y se exiliaron.
El ataque a Bahía de Cochinos de 1961, sin embargo, estuvo condenado al fracaso antes del primer disparo. Y la Brigada aún responsabiliza a Washington.
Desde la Casa Blanca, el presidente John Fitzgerald Kennedy canceló a última hora los ataques aéreos que iban a neutralizar la aviación castrista.
Lo hizo porque EE.UU. no podía figurar como impulsor de la invasión. Eso no solo perjudicaba su imagen internacional, sino que daba excusas a la Unión Soviética, que entonces se afianzaba como socio clave de Castro, para responder y provocar un conflicto nuclear sin precedentes.
Así, los decididos pero también inexpertos jóvenes que soñaban con "liberar a Cuba del castrismo" aguantaron menos de 72 horas.

Muchas de las heridas que dejó la invasión de Bahía de Cochinos siguen abiertas y marcan posturas políticas tanto en Cuba como Estados Unidos.
Desembarcaron en la madrugada del 17 de abril de 1961. En la tarde del 19 ya estaban derrotados.
Los sobrevivientes de la Brigada 2506 fueron liberados tras intensas negociaciones en la Navidad de 1962, un año y medio después.
Los brigadistas que aún quedan vivos siguen esperando en el exilio por la caída del gobierno socialista cubano.
Mientras, Cuba festeja cada 19 de abril cómo una pequeña nación derrotó a un ejército de "mercenarios" financiado por el país más poderoso del mundo.
Han pasado 60 años.
Esta es la historia de cómo se gestó la invasión, por qué fracasó y cuánto marcó a sus protagonistas.

Por qué dejé de apoyar a Fidel y me uní a la invasión
Johnny López de la Cruz
Johnny López de la Cruz es el actual presidente de la Asociación de Veteranos de la Brigada 2506. Formó parte del batallón de paracaidistas de la invasión a Bahía de Cochinos. Así fue cómo se exilió y se unió a la Brigada:
Abrí los ojos sobre Castro el día que mataron al sargento Benítez.
El sargento Benítez era de la policía batistiana, un buen amigo de la familia que jamás se fue de Cuba porque consideraba que no había hecho nada malo.
Yo apoyaba a Castro al principio. Él nunca dijo ser comunista. Si no, nadie en Cuba habría aceptado eso.
Pero pronto empezaron a fusilar gente, confiscar propiedades, nacionalizar y quitar tierras.
Un día vinieron dos hombres de Castro y se llevaron a Benítez para enjuiciarlo. Yo estuve ahí para apoyarlo.
Duró menos de media hora. No lo dejaron ni declarar. A él y otros cuatro juzgados los declararon culpables y se los llevaron a un cementerio abandonado fuera del pueblo.
Los fusilaron y arrojaron a una fosa.
Desperté. No entendía cómo se podía fusilar a gente sin defenderse. Eso era abuso de la autoridad.
Entonces empecé a participar en actividades contrarrevolucionarias. Repartíamos proclamas y escribíamos ´Abajo Fidel ́ en las paredes.
Pero entonces apresaron a dos de mi grupo. Gente cercana me dijo que yo era el próximo.
Así que tres compañeros y yo nos fuimos a La Habana y volamos a Miami con papeles falsificados.
Cuando llegué a Estados Unidos en 1960 ya sabía que otros exiliados estaban siendo entrenados por la CIA en Guatemala para invadir Cuba. Fui para allá a los pocos días.
Ejército de 1.400 exiliados
Entre el 1959 y el 1960, miles de jóvenes anticastristas, como López de la Cruz, concluyeron que su único remedio era el exilio o tomar las armas.
La mayoría llegó a EE.UU., un país dispuesto a financiar el derrocamiento de Castro.
Las nacionalizaciones de industrias y negocios estadounidenses y el estrechamiento de lazos comerciales y militares con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) pronto enemistó a Cuba y EE.UU.

Fidel Castro, rodeado del Movimiento Revolucionario 26 de Julio, hablando sobre la Revolución Cubana el 4 de enero de 1959.
Castro se había convertido en una amenaza real para la influencia regional del país más poderoso del mundo.
La Agencia Central de Inteligencia (CIA), el Pentágono y la Casa Blanca, bajo la administración de Dwight Eisenhower, se propusieron liquidar al líder revolucionario.
Y encontraron en un grupo de cubanos exiliados el ejército perfecto para ejecutar el plan.
En total, fueron reclutados unos 1.400 hombres.
Cuba, mientras, se preparaba ante las sospechas de una invasión inminente.

"Héroe de la Patria"
Jorge Ortega Delgado
Jorge Ortega Delgado luchó en el bando fidelista durante la invasión. Y cuando lo recuerda un brillo le empaña los ojos. Sentado en la terraza de su casa en La Habana, contó a la BBC cómo se unió a las milicias:
Yo procedo de una familia obrera muy humilde. Cuando triunfó la revolución yo tenía 15 años e inmediatamente me incorporé a las actividades revolucionarias.
Estados Unidos comenzó a intervenir y a tratar de agredir Cuba y en octubre de 1959 se fundaron las milicias nacionales revolucionarias.
Me incorporé y realicé todas las prácticas durante el 59 y el 60.
A finales de octubre de 1960, en las prácticas, llegó Fidel Castro, el comandante en jefe.
Fidel pidió reunirnos a todos los milicianos. Éramos casi 1.500.
Allí pidió que los jóvenes menores de 20 años se unieran a la artillería antiaérea.
Ese día por la tarde pedí permiso a mis padres para poder incorporarme. Ellos estuvieron de acuerdo.
Nos incorporamos a la batería 30. Ahí fue cuando empezó nuestra preparación en la artillería antiaérea.
El plan
El plan original de la CIA y la administración de Eisenhower era que los exiliados partieran desde Puerto Cabezas, en Nicaragua, y desembarcaran cerca de la ciudad de Trinidad, en el sur de Cuba.
El objetivo principal era ocupar la zona y resistir el tiempo suficiente para establecer un gobierno opositor de líderes en el exilio que luego sería apoyado por Estados Unidos.
Trinidad está próxima a las montañas del Escambray, donde ya había miembros de la resistencia anticastrista que se unirían a las tropas invasoras y organizarían, en caso de ser necesario, una guerra de guerrillas similar a la que había dado éxito a Fidel Castro en la Sierra Maestra pocos años antes.
Para facilitar el desembarco, 16 aviones bombardearían previamente los principales aeródromos de Castro, inutilizando su fuerza aérea y ganando así ventaja en el cielo cubano.
Pero la hoja de ruta cambió radicalmente cuando Kennedy se convirtió en presidente en enero de 1961.

Kennedy modificó el plan original de la invasión poco después de llegar a la Casa Blanca en 1961.
Accedió continuar con el plan, pero no bajo esas condiciones. Invadir Trinidad a plena luz del día le parecía demasiado ruidoso.
"Kennedy quería negar cualquier implicación en la invasión. Debía ser encubierta. Desembarcar en Trinidad por el día demostraba demasiado poderío, que EE.UU. estaba detrás", explica a BBC Mundo Peter Kornbluh, director del Proyecto de Documentación de Cuba del Archivo de Seguridad Nacional de EE.UU.
"La operación debía ser lo más secreta posible y Kennedy dio tres días a la CIA para reelaborar un plan que se había tramado durante un año entero", agrega el experto, quien consiguió desclasificar el informe del fracaso que se mantuvo en secreto durante 37 años.

Kennedy redujo los aviones a ocho en vez de 16 y urgió a la CIA a modificar la zona y hora de desembarco.

En esta zona las costas son hostiles. Es una ciénaga pantanosa, con mucho mangle intransitable y filosos "dientes de perro", como se le conoce a las concentraciones de arrecifes en Cuba.
Un escenario difícil para desembarcar con sigilo y fluidez.
Cerca de Bahía de Cochinos había un aeropuerto, clave para que los aviones invasores pudieran repostar combustible.
El bombardeo
15 de abril
Jorge Ortega Delgado completa su primer entrenamiento de cañones antiaéreos y espera ansioso al 15 de abril para salir de pase. Lleva varios meses de formación militar.
Pero esa misma madrugada suena la alarma de combate. Aviones invasores han bombardeado dos aeropuertos en La Habana y otro en Santiago de Cuba.
"Salimos inmediatamente, nos ordenaron coger los cañones y nos emplazaron a una playa. Cuando llegamos nos dijeron que al amanecer del 15 de abril los aviones mercenarios atacaron nuestros aeropuertos y mataron a siete de los nuestros", recuerda Ortega.

Jorge Ortega era miembro de la batería 30 de la artillería castrista y dice que sintió repudio total cuando se enteró de la invasión a Cuba.
"Todos los jóvenes allí sentimos repudio total. No podíamos creerlo. Estábamos dispuestos a todo lo que fuera necesario para defender la patria", añade el excombatiente, aún con fervor en la voz.
El bombardeo del 15 de abril de 1961 era el primero de los que había autorizado Kennedy para inutilizar los aviones de Castro antes del desembarco, programado para el 17 de abril.
Los ocho aviones partieron en la madrugada del 15 de abril desde la base de Puerto Cabezas, en Nicaragua, y descargaron la granada sobre los aeródromos de Santiago de Cuba, en el oriente del país, y sobre Ciudad Libertad y San Antonio de los Baños, ambos en La Habana.

A pesar de dejar siete muertos, solo dañaron pocos aviones cubanos, algunos ya inservibles.
La fuerza aérea castrista quedó prácticamente intacta y, además, consiguió derribar uno de los aviones invasores.
Tras el bombardeo, un avión enmascarado como cubano aterrizó en Cayo Hueso, Florida. Su piloto aseguró ser un desertor de las fuerzas armadas de Castro.

El bombardeo invasor del 15 de abril apenas dejó inutilizados aviones de la flota castrista, que pudo seguir defendiéndose y repeliendo el resto de ataques.
En realidad era parte del plan de la CIA para no involucrar a Estados Unidos en el ataque.
De esa forma, parecería que en Cuba se había desatado una rebelión anticastrista interna en lugar de una acción promovida por los altos mandos de Estados Unidos.
"Pero la historia del desertor duró pocas horas. Aunque EE.UU. lo negó, todo el mundo se enteró de que los aviones eran estadounidenses y que buscaban pretender que el ataque había sido ejecutado por cubanos desertores", explica Kornbluh.
Sospechada la implicación estadounidense, Kennedy canceló el resto de ataques.
Un golpe crucial contra las aspiraciones de la Brigada 2506, que quedaría con un apoyo aéreo insuficiente.
"Siempre digo que la guerra se perdió antes de empezar", lamenta López de la Cruz.
Pero en aquel momento ninguno de los invasores lo sabía.
El desembarco
17 de abril
1:00 de la madrugada.
Las lanchas con invasores se aproximan a Playa Larga, el fin de la estrecha Bahía de Cochinos.
No quieren hacer ruido. Sorprender es la clave del plan.
Pero Castro lleva meses intuyendo una agresión. Sabe que una guerra contra Estados Unidos es como una batalla de David contra Goliat y se ha preparado bien.
"Tenía milicias patrulleras prácticamente en cada playa de la isla", explica Kornbluh.
Una de esas patrullas escucha ruidos. Alumbra. Abre fuego.
Los invasores responden. Consiguen capturar a algunos de los patrulleros, que han tenido tiempo de avisar. El factor sorpresa se ha ido al traste.
Las tropas de Castro ya se movilizan para repeler la invasión y todavía faltan muchos por desembarcar.


"Barcos de papel"
Humberto López Saldaña
Humberto López Saldaña tiene 83 años. En 1960 se exilió con su familia desde Cuba a Miami y pronto se unió a la Brigada. Iba en una de esas lanchas invasoras y así contó el desembarco a BBC Mundo:
Tuvimos muchas dificultades. Comenzamos a combatir demasiado pronto. Eso retrasó el desembarco.
Además, nuestras lanchas eran muy pequeñas. Cada vez que chocaban contra los arrecifes quedaban prácticamente destruidas. Muchas se hundieron.
El desembarco se prolongó hasta las primeras horas de la mañana. Esperábamos a que bajara la marea para ver mejor y evitar los arrecifes. Desde la costa nos tiraron una soga para alcanzar tierra firme.
Como a las 6:00 de la mañana apareció la aviación castrista. Las bombas caían al lado. Nuestros barcos se tambaleaban como si fueran de papel.

Las lanchas invasoras se dañaban al impactar contra los arrecifes de la zona de desembarco.
Poco después un cohete impactó mi barco, el Houston.
Cundió el pánico. Varios compañeros murieron. El capitán tiró el Houston contra los arrecifes para facilitar que el resto pudiese alcanzar tierra.
Además de inutilizar el Houston, los aviones de Castro también hundieron el Río Escondido. En esos barcos teníamos muchas municiones y toneladas de gasolina de aviación. Todo se perdió.
"Cuando uno empieza a disparar, se enardece y pierde el miedo"
Jorge Ortega y su batería llegaron a la provincia de Matanzas, donde se encuentra Bahía de Cochinos, el 17 de abril sobre las 5:00 de la tarde.
Allí se enteró que lucharía contra los 1.200 hombres que habían conseguido desembarcar, además del batallón de paracaidistas que fue lanzado en otras zonas próximas.
Otro grupo de brigadistas se quedó en la retaguardia, sin movilizarse.
Ortega recuerda escuchar a los milicianos, el estallido de tanques y morteros.
"El día 16 de abril habíamos escuchado atentos el discurso de Fidel en honor a nuestros siete compatriotas caídos en los bombardeos. Rumbo a La Habana, el pueblo salió con banderas a la calle pidiéndonos derrotar al enemigo", rememora Ortega las horas previas a situarse detrás del cañón.
Fue en ese discurso cuando Castro declaró por primera vez el carácter socialista de la revolución y exhortó al pueblo a repeler a los mercenarios.
Así retransmitió la Televisión Cubana parte del discurso de Fidel Castro, el 16 de abril de 1961.
En la mañana del 18 de abril Ortega divisó aviones enemigos. Fue la primera vez que disparó un cañonazo.
"Uno se siente cohibido. Todos sentimos temor. Quien no le diga eso miente. Pero miras al lado y ves al resto firme y decidido. Cuando uno empieza a disparar, se enardece y pierde el miedo", cuenta Ortega.
Ese mismo día, su batería entró con más tropas a las inmediaciones de Playa Larga, cercando ya a buena parte del ejército de exiliados.
"Al amanecer del 19 de abril vimos cómo caía en el mar uno de los aviones que tumbó nuestra batería. Otro avión cayó en un campo de caña. El copiloto murió carbonizado, pero el piloto saltó en paracaídas y trató de evadirse. Murió peleando cercado por nuestras tropas", relata el excombatiente.
Cancelados los ataques previos al desembarco, los aviones B-26 que acompañaron la invasión fueron presa fácil ante la flota prácticamente intacta de Castro.
Los barcos donde iba el combustible se habían perdido y los aviones invasores no podían usar el aeropuerto cercano a Playa Girón como pretendían.
Para repostar, tenían que volar cuatro horas de ida y vuelta a la base de Nicaragua.
Cada vez que regresaban a Cuba, les quedaba menos de una hora para bombardear. Se les quitó las ametralladoras traseras para aligerarlos y eso los hizo más vulnerables.
Apenas habían pasado 24 horas desde el desembarco en la madrugada del 17 de abril y los invasores ya habían perdido dos de seis barcos y la mitad de la flota aérea.

Sin el apoyo aéreo estadounidense, los B-26 invasores eran más vulnerables.
El resto de barcos se alejó a mar abierto para evitar más daños ante el empuje de Castro.
El 19 de abril, cuatro instructores de vuelo estadounidenses que aguardaban en Nicaragua acudieron para apoyar a los brigadistas que combatían solos, pero las fuerzas fidelistas los derribaron.
"No les tocaba morir, pero sintieron que debían apoyarnos. Fue un gran gesto", lamenta López de la Cruz.
Fracaso consumado
19 de abril
Castro conoce las dificultades del enemigo. Por eso se da prisa y avanza con todo para embotellarles contra la costa y evitar que escapen.
Sus tropas llegan en oleadas: camiones con más hombres, tanques blindados, morteros, aviones.

Castro conocía las dificultades del enemigo, así que pudo aproximarse rápido y embotellar a su enemigo en Playa Girón.
Al tercer día los invasores no tienen municiones ni aviones ni ruta de escape. Se rinden sobre las 5:30 de la tarde del 19 de abril.
Dar cifras exactas sobre el número de muertos del lado invasor es complicado.
"Había personal de la marina en los barcos que hundieron y allí perdimos la contabilidad exacta", explica De la Cruz.
El presidente de la Asociación de Veteranos calcula que hubo 103 muertos y otros 100 heridos.
Considera que las bajas fueron mínimas teniendo en cuenta que no pararon de luchar durante tres días.
En el lado de Cuba, uno de los comandantes que dirigió la resistencia, José Ramón Fernández, cifró el saldo en 176 muertos, 300 heridos y 50 discapacitados en un libro sobre la invasión que firmó junto a Fidel Castro.

Es difícil saber una cifra exacta de muertos del lado invasor.
"Un acto de arrogancia"
"La invasión de Bahía de Cochinos fue un error de cálculo tremendamente arrogante por parte de la CIA", opina Kornbluh.
Los altos mandos estaban convencidos de que la revolución de Castro era impopular y que bastaba una invasión militar de opositores para que el pueblo se volviera contra él.
"Pero lo cierto es que Castro era muy popular en esa zona. Había llevado electricidad y apoyo agricultor. La CIA se basó en suposiciones falsas y pobres para armar la invasión".
"Tampoco era difícil imaginar que decenas de miles de militares cubanos derrotarían rápidamente a 1.400 invasores", dice Kornbluh.

Unos 1.100 hombres de la Brigada 2506 fueron capturados y trasladados a prisiones en La Habana.
La prisión
Humberto López Saldaña cuenta a BBC Mundo lo que vivió tras ser capturado:
Antes de que nos trasladaran a prisión llegó el Che Guevara. Nos preguntó a qué nos dedicábamos antes de irnos de Cuba. Parecía muy calmado, pero yo siempre pensé que en cualquier momento me podía pegar un tiro.
Nos trasladaron en varios camiones. Uno iba demasiado lleno. Lo cerraron herméticamente. En ese se murieron nueve compañeros.
El mío iba con las puertas abiertas. Mientras nos trasladaban, la gente nos gritaba por la calle: "¡Mercenarios, vendepatrias, los vamos a fusilar!".
Luego en La Habana nos encerraron en la prisión del Castillo del Príncipe. Allí el trato no fue bueno.
Algunas celdas estaban abarrotadas y había que dormir en el piso.
Si nuestros familiares nos mandaban pertenencias, los guardias las tiraban en el piso. La gente se peleaba por recogerlas. Tuvimos que organizarnos y repartir las cosas.
Conseguir cigarros era muy difícil. Algunos prisioneros se fumaban hasta las cáscaras de las naranjas.
Cuando salíamos a caminar al patio, algún guardia nos pinchaba con bayonetas si no andábamos rápido.
Una cosa bien tétrica es que éramos como 150 por galera y solo teníamos un baño.
Nos ponían un café con leche que en realidad era agua sucia y muchas veces la escupían antes de entregarla. El pan que nos daban era duro como una piedra. Lo tiraban contra el suelo y no le pasaba nada. Había que mojarlo para poder comérselo. La comida fue muy escasa.
El intercambio
López de la Cruz pasó más de tres meses en una celda solitaria porque intentó escaparse y le pusieron en la categoría de los peligrosos.
Por ello lo ubicaron en el último avión que envió a los prisioneros libres de regreso a Miami.
Era la Navidad de 1962.
Kennedy había enviado a un famoso abogado para que negociara con Castro.
Su nombre era James B. Donovan, quien en febrero de 1962 ya había propiciado un intercambio de prisioneros entre Estados Unidos y la Unión Soviética.

Familiares de los prisioneros y la fiscalía general del Estado contrataron al famoso abogado James B. Donovan para llevar a cabo el intercambio.
Viajó por primera vez a La Habana el 30 de agosto de 1962 y al día siguiente se reunió cuatro horas con Fidel Castro.
Durante los meses siguientes, Donovan se entrevistó varias veces con el líder cubano.
Las negociaciones se abordaron como un proceso de "indemnización" más que un intercambio humanitario, "algo que Castro demandó desde el comienzo porque pretendía que Cuba fuese compensada por los gastos de la invasión", explica Kornbluh.
Meses antes de la liberación, los prisioneros habían sido enjuiciados públicamente por traición a la patria.

Los prisioneros declararon en un juico público televisado donde contaron la implicación de la CIA detrás de la operación.
Muchos creyeron que acabarían fusilados, pero fueron sentenciados a 30 años de prisión y se impusieron fianzas totales que ascendían a US$62 millones.
Para fines de diciembre del 62, Donovan acordó con Castro la liberación de los prisioneros a cambio de US$53 millones en medicinas y alimentos que serían distribuidos al pueblo cubano.
Según llegaron los primeros cargamentos con los víveres el 23 de diciembre, los aviones de Pan American Airlines iban trasladando a los prisioneros a Miami, donde les esperaba un recibimiento con 10.000 personas en el desaparecido auditorio Dinner Key.

A los prisioneros les recibió una algarabía de familiares y amistades en Miami durante la Nochebuena y Navidad de 1962.
Mientras, en Cuba celebraban la "segunda victoria de Girón", haber ganado "la batalla por la indemnización".
En el último de los aviones de Pan Am, López de la Cruz recuerda mirar hacia abajo a través de la ventana y pensar que sería muy difícil regresar a su país.
"La gente dice que nos cambiaron por latas de compota, pero nosotros no nos sentimos humillados. Por nuestra liberación, a Cuba llegó mucha ropa, comida y medicamentos que el Gobierno distribuyó a su forma", dice López Saldaña.
Ninguno de los dos exiliados ha vuelto a pisar Cuba.
Jorge Ortega: "Siempre serán enemigos nuestros"
¿Si algún día pudiera sentarme con alguno de ellos y tomarme un ron? A mí se me hace muy difícil tras los compañeros que cayeron o acabaron mutilados.
Conversar sí, Cuba siempre está dispuesta a dialogar. Pero debe haber igualdad de condiciones. Mientras haya embargo no se puede.

A 60 años de la invasión, el excombatiente Jorge Ortega habló con la BBC. Hasta hoy ve difícil tener un trato amistoso con los miembros de la Brigada 2506.
Los de la Brigada son mercenarios porque se vendieron a un país que los contrató.
Siempre serán enemigos nuestros.
Nunca han dejado de serlo y todavía desde Miami influyen y tratan de decidir apoyando este bloqueo contra nuestra patria.
Es cierto que hace poco estuvo Obama en Cuba y pidió dialogar. Pero también pidió olvidar la historia.
La historia no se olvida. Siempre la tenemos presente.
Traidores en Cuba, héroes en Miami
La invasión a Bahía de Cochinos es vista en Cuba como una agresión de traidores a la patria vendidos a Estados Unidos.
Cada 19 de abril se celebra con marchas y desfiles militares lo que el gobierno cubano considera la "primera gran derrota del imperialismo en América Latina".

Cada abril, los cubanos de la isla celebran la victoria de Playa Girón, el triunfo sobre un ejército de "mercenarios y traidores".
A 145 kilómetros, sin embargo, el sentir es muy distinto.
Por las calles de Miami vibra la nostalgia de lo que pudo ser y no fue. Monumentos, museos y parques conmemoran a los héroes de la Brigada 2506.
A los sobrevivientes no les gusta hablar hoy, 60 años después, sobre cuántos cubanos del otro bando mataron durante la invasión.
"Uno va a matar o que te maten. Hoy se ve distinto, es cierto que todos éramos cubanos. Pero en ese momento pensábamos simplemente en liberar a Cuba de todo el horror que estaba ocurriendo", refleja López Saldaña.
Los veteranos de la Brigada aún sueñan con ver en vida la caída del gobierno cubano.
Hay dos presidentes estadounidenses en la historia a los que les cuesta perdonar: Kennedy y Obama.
"Kennedy no estuvo a la altura. Fue una estupidez, porque aunque quiso proteger a EE.UU., se veía claramente que estaban involucrados. Con los años entiendo su decisión, pero es verdad que mucha gente se siente traicionada y decepcionada por lo que hizo", dice López de la Cruz a BBC Mundo.

"La verdad es que prefiero no decirte. Sabíamos que íbamos a la guerra, pero nadie te dirá jamás que nos gustó matar gente. En el fondo todos éramos hermanos", dice López de la Cruz.
Los veteranos son aún más críticos con Obama.
"Quiso congraciarse con el régimen de Castro y negociar, pero fue un ingenuo. Cuba les abrió las puertas sin cambiar nada. Fue una política desastrosa", opina López Saldaña.
Buena parte de la comunidad exiliada cubana en Florida sigue apoyando una política de mano dura contra la isla y venera a los exbrigadistas como héroes en el exilio.
"Tenemos una satisfacción tremenda. Cumplimos con nuestro deber aunque no alcanzamos el objetivo. Aquí en Miami se nos respeta mucho. El mismo Donald Trump se reunió varias veces con nosotros. En septiembre de 2020, de hecho, nos invitó a la Casa Blanca. Estamos muy orgullosos", reafirma López Saldaña.
Créditos
Investigación y reportaje: José Carlos Cueto
Edición: Daniel Garcia Marco y Liliet Heredero
Diseño e ilustración: Cecilia Tombesi
Programación: Catherine Hooper
Con la colaboración de Will Grant, Adam Allen y Sally Morales
Proyecto liderado por Liliet Heredero y Carol Olona